2016 - VII 101 PEREGRINOS 30 DE ABRIL DE 2016 (PONFERRADA) 101 km y 3700 +

VII 101 PEREGRINOS 30 DE ABRIL DE 2016
101 KM y 3700 +

Crónica

Tras haber realizado el año pasado los 101 de la Legión, tenía claro que este año 2016 no quería repetirla y buscaba algo parecido pero en otro sitio.  Tenía la duda entre los 10000 del “soplao” en Cantabria o esta de los 101 Peregrinos.  Al final me decanté por la de Ponferrada.

En el camino en coche hacia el norte, recogí a mis padres, que se animaron a acompañarme y sobre las 5 de la tarde del viernes llegamos al hotel que habíamos reservado en el pueblo de Bembibre, a unos 16 km de Ponferrada.   Tras descansar, nos dirigimos al Pabellón El Toralín a recoger el dorsal.  La bolsa del corredor consistía en una muestra de crema, una camiseta técnica muy chula y poco más.  La inscripción cuesta 45 euros y son 101 kilómetros con muchos avituallamientos.   En el pabellón estaban preparando la cena de la pasta.  Según me contaron, no tiene nada que ver con la cena de la pasta que organizan en Ronda.

Recorrimos el casco histórico de Ponferrada.  Especial atención a su imponente castillo templario y, en mi opinión, a los montes Aquilanos que tenían bastante nieve en las cumbres.  Después de un paseo, fotos y café, regresamos al hotel a descansar y preparar la logística.

Para la carrera anunciaban buen tiempo pero con temperaturas durante el día hasta unos 18 o 19 grados y por la noche podía descender a los dos grados, es decir, bastante frío.  A diferencia de los 101 de Ronda, aquí si es recomendable salir con ropa de abrigo, por lo que pueda pasar, y tal vez son planteables los bastones.  De hecho, en la carrera había bastantes corredores con ellos.  Mi mayor preocupación era terminar la carrera demasiado tarde, tanto por mí, por pasar muchas horas de noche con bajas temperaturas, como por mis padres, esperándome en línea de meta.  Al final, no llegué a usar la chaqueta y sólo utilicé los manguitos.

Al día siguiente, sábado, sobre las 8,15 ya estábamos en la línea de salida, siempre por detrás de los ciclistas.  Mis padres se fueron a las gradas a ver salir a a los de dos ruedas.  Allí coincidí con un grupo de Málaga, varios del Alpino Benalmádena y de la Senda.  Se nota buen ambiente entre ciclistas y corredores.  Hay ganas.  Veo muchos gallegos, asturianos y castellanos.  La temperatura era de 5 grados pero soportable. Poco a poco se fue llenando el estadio de atletismo Colomán Trabado y a las 8,30, con varios pistoletazos, se dio la salida de los ciclistas, unos 2200. Creo que son demasiados y para otras ediciones, su salida con la de marchadores debería espaciarse un poco más porque los atascos son la tónica durante el comienzo de la carrera. Durante media hora fueron saliendo.  Sobre las 9 de la mañana y justo detrás de los ciclistas escobas se dio la salida de los marchadores, algo más de más de 300 para la distancia de los 101 y aproximadamente la mitad para la distancia maratón.


Justo empezar a correr y aparecer los primeros problemas en forma de irritación y picor en el tobillo y cuadriceps derecho, como una especie de reacción alérgica que tuve en los primeros kilómetros.   Menos mal que al poco despareció.

Tras cruzar el centro de Ponferrada y subir al castillo templario, giramos a la derecha buscando el camino de invierno de Santiago en dirección a Toral de Merayo. Cruzamos un puente medieval sobre el río Boeza y ascendemos, bordeándolo, el monte Pajariel, dejando a la derecha, con unas vistas espectaculares, el valle sobre el que se asienta Ponferrada.  Adelantamos a algunos peregrinos. En estos primeros Kilómetros salgo a un ritmo bastante alto para una carrera de larga distancia, sobre 5,15 y continuamente me digo que tengo que bajar el ritmo y reservar, pero me encuentro bien, el carril es amplio y la temperatura es muy agradable.  Bajamos el monte Pajariel por un trecho como horadado sobre la tierra que le llaman el “Calellón” donde se amontonaba algo de barro y agua.  Llegamos al primer avituallamiento, km. 8 en Toral de Merayo con buenas sensaciones.  Dos vasos de isotónica y a seguir corriendo.  En seguida, nos encontramos con el primer atasco de ciclistas a causa del barro y las estrechas subidas. Suerte que nos dejan espacio y empezamos a adelantarlos. 

Primera subida con mucho barro y así nos encontraremos con varias más, algunas en mejor estado que otras.  Ante todo trataba de no mojarme los pies.  En los descensos con mucho cuidado porque los ciclistas te adelantaban a bastante velocidad y un movimiento extraño podía suponer que te arrollasen.  Eso sí, en todo momento, vi en los ciclistas bastante comprensión y respeto por los corredores y a veces, frenaban y nos pedían tranquilidad para adelantarnos.  Tres kilómetros después, un nuevo avituallamiento en Villalibre de la Jurisdicción y otro posterior en Santalla del Bierzo donde había bastante buen ambiente.  Aquí, en Santalla, sobre el kilómetro 15 se separa la carrera de los 101 con la maratón.  Algunos tramos son por senderos con bastante frondosidad y siempre siguiendo el margen izquierdo del río Sil pero la mayoría es carril.  El paisaje es de un verde pálido precioso.  Poco a poco, mi ritmo se va reduciendo y empiezo a sentir alguna molestia en el isquiotibial izquierdo.  Siento como me lastra pero no dejo de correr.  Me adelanta una pareja con camiseta blanca (parece el matrimonio) a los que luego me encontraré en la subida al mirador de Orellán y Ferradillo.  Volviendo a rebobinar la carrera, tal vez estos kilómetros del inicio fueron mentalmente los peores.
Seguimos con las subidas con barros y venga a pasar ciclistas que luego nos adelantan.  Es una carrera muy entretenida, teniendo a veces que salir del sendero o de la zona limpia para dejar paso a las bicicletas que van bastante más rápido.   Se pone a mi vera uno de los componentes del Alpino Benalmádena.  Le adelanto y luego me adelanta. En el avituallamiento 4, San Juan, organizado por el ejército y en el que se agolpan numerosos ciclistas, sobre el kilómetro 21, cojo mis primeros pastelitos Martínez que me sientan bastante bien.  Cruzamos algunos tramos de senderos con mucho barro y con bastante peligro de sufrir algún resbalón.  Me lo tomo con tranquilidad.    Llegamos a otro tramo de subida donde los ciclistas y corredores casi tienen que hundir los zapatos en el cenagal.   Hay bastante gente en algunos tramos de carrera.  Animan bastante y eso se agradece. Algunos barrizales son tremendos.   En uno de ellos hundo el pie en todo el barro y siento el agua en los calcetines.  Espero no sufrir ampollas.  Por fin, conseguimos subir el repecho y tras una bajada larga por asfalto nos espera otra pedanía de la zona y nuevo avituallamiento, Borrenes, sobre el kilómetro 26.  Cargó los bidones de agua y adelante.    
Ahora viene un buen tramo de subida para llegar al avituallamiento de las médulas.  Voy entre ciclistas y apenas si veo corredores.  He perdido de vista al chico del Alpino.   Voy escuchando las conversaciones de los ciclistas.  Algunos me animan.  A otros creo que no les gusta que le adelante. ¡Qué le vamos a hacer! Llevaré ya unas 4 horas de carreras.   Algunos repechos, estos sin barro, tienen bastante desnivel y los ciclistas sufren esas subidas con el handicap de cargar con la bicicleta y los zapatos con las calas que no están precisamente adaptados para andar y menos con desnivel.    No tengo ni idea de la posición que ocupo.  Mi único objetivo es seguir avanzando y cubriendo kilómetros.  Tras el avituallamiento de las médulas (km. 33), en una larga bajada empiezo a notar que los cuadriceps no responden todo lo bien que yo quisiera y la molestia del isquiotibial sigue dando por saco.   La zona que atravesamos parece sacada de una postal de Suiza.  Las casas son de tejados a dos aguas, de pizarra gris oscura.  Hay mucho bosque y el río Sil en medio.  Estamos en la frontera entre Galicia y Castilla León y cruzando todo el camino de invierno de Santiago.  De hecho, de vez en cuando se observa la señalización del camino de Santiago.  

Nuevo avituallamiento, Salas de la Rivera que la organización marcaba como kilómetro 39 pero que en mi reloj se disparaba al kilómetro 43.  Había dos mujeres cortando naranjas con muy buen rollo.  Por esta zona empecé a sentir una extraña molestia en la ingle izquierda que me acompañó el resto de la carrera.  Seguimos por carril por una nueva subida a la que le sigue una nueva bajada por el valle de Valdebría, camino de la mitad de carrera, sobre el kilómetro 48-50, en el polideportivo del pueblo llamado Puente de Domingo Flórez.  Son ya algo menos de 6 horas de carrera en el cuerpo.

El polideportivo está a rebosar de ciclistas y de algunos corredores.  También hay muchos familiares y la temperatura es agradable.  Me encuentro con el de la Senda y con la chica del Alpino.   Me siento unos minutos, como un plato de pasta, cargo bidones, un poco de isotónica, plátanos, y a seguir camino.  Como acabo de comer, reduzco el ritmo.  Me pasan varios corredores, entre ellos la del Alpino que me anima con un: ¡vamos malagueño!. Al final acabaría siendo la segunda mujer en entrar en meta con un tiempo de 14 horas y 29 minutos.  Enhorabuena para ella. 

La molestia en la ingle va a más y me dificulta correr.  Me impide levantar la pierna izquierda.   Por suerte, ahora vienen los 20 kilómetros de subida.  Lo bueno es que ya he superado el ecuador de carrera y ahora es cuando en una ultra viene más el trabajo mental que el físico, aunque este último también cuenta.  Utilizo como referencia a los del Alpino.  Tras varios kilómetros empiezo a encontrarme mejor.  Adelanto a varios corredores y ciclistas en un duro cortafuego y corro en varias bajadas carrileras que tanto me gustan.  Por lo visto, según les escucho, la compañera del Alpino va haciendo la carrera con su marido.  Vamos, lo que vienen siendo dos máquinas.

Vuelvo a encontrarme con el matrimonio vestido con camiseta blanca que me habían adelantado sobre el kilómetro 20.   Esta zona de subida es más agreste y con menos vegetación.  La temperatura baja un poco y sopla algo de viento.   Pasamos el avituallamiento de Yeres, una pequeña aldea perdida entre montañas, con poco más de cuatro casas, donde me como varios pastelitos Martínez.  Lo bueno de la molestia en la ingle es que ha solapado el dolor en el isquiotibial.    

Seguimos el ascenso.  Adelanto a la pareja de blanco. Ya no volveré a ver al matrimonio del Alpino que se quedan atrás, pero si al otro chico y al de la Senda.  Llegamos, al Alto de la Braña donde el ejército ha montado un pedazo avituallamiento con carpa, y mesas y sillas para descansar.  Desde aquel mirador se divisa un paisaje de la zona espectacular, con bastantes montañas, en sus cumbres, cubiertas de nieve.   Los soldados se vuelcan con nosotros.  Bebo coca cola y como algo y sigo ascendiendo.  La subida es larga. Los 3700 de positivos se notan.  La subida se hace por momentos interminable.  Nuevo avituallamiento del ejército y ya sólo 3 kilómetros para llegar a la parte más alta.   Me encuentro con el compañero del Alpino que me adelanta (sube bastante bien) y luego el de la Senda que también.  Voy algo tocado con el dolor en la ingle pero los kilómetros siguen cayendo y aunque sufriendo, en mi interior siento alegría, al ver como voy sobreponiéndome a la adversidad.     Mi objetivo de carrera era llegar al atardecer, sobre las 13 horas pero ya veía que iba a ser casi imposible.  Por otro lado, también veía más próxima la meta y aunque con más sufrimiento y dureza de la prevista, al menos, mis padres no iban a estar hasta altas horas de la madrugada esperándome.   Por lo visto, leyendo en las redes sociales, bastantes corredores se han quejado ya que han metido unos cuantos kilómetros de más.  A mi me salieron 105 y a algunos hasta 109.

Empezamos la larga bajada de 12 kilómetros tras subir al alto de Ferradillo. Algunos tramos por carril, otros por algún sendero técnico y otros con bastante barro y hierba (bajada “vruta”-bajada normal).  Adelanto a la pareja de blanco y al compañero de la Senda en el avituallamiento montado por el ejército en Ferradillo, otra aldea perdida en medio de la nada, donde ni siquiera llega la carretera y parece haberse detenido en el tiempo.  En la bajada adelanto a varios corredores.  De vez en cuando siento algún grupo de ciclistas.  Me aparto, pasan y vuelvo al sendero.   El dolor me permite seguir corriendo y lo hago en solitario y a mi ritmo.    Atravieso el avituallamiento de Paradela de Muces y tras atravesar una zona de mucho barro y agua llego al espectacular Castillo de Cornatel.  La gente nos anima.  Bordeamos el impresionante castillo y realizamos un rápido descenso a otra pedanía, Villavieja, sobre el kilómetro 80 donde están, creo, asando un cordero y donde la gente del pueblo se lo está pasando en grande.  Como algo y sigo. El dolor en la ingle se mantiene estable.  Otra cosa será cuando llegue a meta y me enfríe. Se pone a mi altura el compañero del equipo de La Senda que me acaba adelantando, aunque en seguida lo vuelvo a coger en el avituallamiento de Santalla del Bierzo.  En este tramo volvemos a coger el recorrido de los primeros 15 kilómetros pero al revés.   En este avituallamiento dan jamones a los corredores con la obligación de cargarlo hasta meta.  Mira que son brutos.  Ni me lo planteo.  Hay ganas de terminar.

En este avituallamiento, hay huevos, chorizo, bacon, de todo.  No pruebo bocado.  Pienso que a lo mejor me va a sentar mal y prefiero no arriesgar.  Eso sí, todo tiene una pinta estupenda.  Tras pasar por los dos últimos avituallamientos, el de Villalibre, también con bastante buen ambiente y megafonía incluida, y el de Toral de Merayo, ascender y bordear el monte Pajariel, Ponferrada se presenta ante mí ya con noche cerrada.  Faltando unos 7 kilómetros enciendo el frontal. No paro de correr.  Atravieso un puente de madera y comienzo a bordear por un sendero llano la ciudad siguiendo el margen del río Sil.  Me animo porque estoy a punto de terminar la carrera.  Todavía, de vez en cuando, me pasa algún grupo de ciclistas.

Por fin, dejamos el sendero y en seguida, cogemos una carretera que nos conduce a la línea de meta.  Despliego mi bandera de Trail Running Málaga y alegría.  La gente me anima.  Nuevo objetivo cumplido en 14 horas justas.  Saludo efusivo con el compañero del Alpino.  Recojo la camiseta técnica de finisher y mientras me como dos sándwich calientes que me saben a gloria, hablo con mis padres (a los que estoy eternamente agradecido por haberme acompañado en varias carreras y por su paciente espera en otras tantas) contándoles las aventuras de la ultra.  Lo malo es que al intentar levantarme, el dolor en la ingle se ha enfríado y apenas puedo moverme.  Al día siguiente ya me encuentro mucho mejor y emprendemos camino de vuelta haciendo escala en la Plaza Mayor de Salamanca.


En fin, otra ultra más a la saca.  Carrera absolutamente recomendable, con muchos voluntarios y muy buen ambiente y con avituallamientos bastante bien surtidos.  Los paisajes, mejor verlos que describirlos. A destacar la amabilidad del ejército.  Eso sí, mucho barro y demasiadas bicicletas y algo de descontrol con los kilómetros.    Siguiente objetivo: a finales de mayo Ultra Trail Jaca.

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